Nacimiento y ocaso del Ultimate Taser Ball
Las pistolas taser, como las que utiliza la policía en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde mediados de julio pasado, estuvieron una vez vinculadas al deporte. Aunque suene extraño, este dispositivo destinado a paralizar personas formó parte de un invento de disciplina deportiva que mezclaba fútbol, rugby y electrochoques bajo el nombre de Ultimate Taser Ball. Los fundadores del UTB lo pronosticaban como uno de los deportes del futuro, sin embargo la idea murió poco tiempo después de su surgimiento.
2012, California. Leif Kellenberger, Eric Prum y Erik Wunsch volvían adoloridos a sus hogares por los golpes de las balas de pintura. Jugaban profesionalmente al paintball. Llegó un punto donde la adrenalina, la diversión y el peligro ya no eran suficientes; buscaron entonces crear una actividad con una cuota de dolor mayor y que –por sobre todo– sea legal. El taser en los Estados Unidos es de venta libre y sin requerimiento de permisos en 49 de los 50 estados, Rhode Island es el único en el que su uso es completamente ilegal.
Las descargas eléctricas iban a ser el atractivo principal del UTB, solo tenían que ponerle un contexto. Decidieron que fuera un juego por equipos, cuatro jugadores de cada lado que se disputaban una pelota inflada de unos 60cm de diámetro en una cancha contorneada por paredes, de unos 60mts de largo y 24mts de ancho. Tres tiempos de siete minutos cada uno. El objetivo era meter gol en el arco contrario, el traslado del balón era con la mano, se podía pasar, pero no golpearlo con el pie. La gran dificultad: el portador de la pelota podía ser electrocutado desde los hombros hasta la cintura por los oponentes. También se permitían empujones, patadas, golpes y agarrones.
Era inviable que se usasen las mismas pistolas que llevaban los policías, para hacer el deporte más dinámico compraron armas que manejaban alrededor de un 10% de voltaje que las de los comisarios argentinos. Querían un deporte riesgoso, pero no tanto. Kellenberger tenía una idea clara: “Busco eliminar las ventajas y desventajas debido a las diferencias físicas”. De hecho los propios creadores se tasearon entre ellos para sufrir esos miliampers provenientes del dispositivo amarillo “es como si te golpearan con una bandita elástica”, decía Prum.
Los competidores no concordaban. “Experimenté latigazos que hicieron que mi pierna directamente deje de funcionar y caiga al suelo”, comentaba un jugador tras el primer (y único) torneo en Bangkok. Cuatro equipos se sumaron, aunque se preveía que en total fueran 12. Los Philadelphia Killawatts, San Diego Spartans, LA Nightlight y Toronto Terror fueron los que participaron. Este último plantel tenía una curiosidad, en Canadá el uso de este artefacto está prohibido, por lo que tuvieron que entrenar en su país sin esta pieza clave en el juego.
Amistosos en EEUU le dieron repercusión. El video de inauguración sumó más de un millón de vistas en YouTube en menos de un mes. The Telegraph, Washington Times y USA Today le dedicaban notas. Entusiasmados, los fundadores lo pronosticaban como uno de los deportes del futuro, e incluso negociaban con canales televisivos para su transmisión. Todo se derrumbó cuando se presenció globalmente.
De noche y al aire libre. Decenas de faroles iluminaban una cancha de césped sintético en Tailandia. Sencillo, un equipo vestido de azul, otro de rojo, otro de amarillo y otro de verde. Todos los jugadores (en su gran mayoría profesionales de paintball) llevaban coderas, rodilleras y unas gafas para protegerse de alguna accidentada descarga en los ojos. Escasos espectadores, y los pocos que habían no entendían lo que estaban viendo: “No quiero decir que son un grupo loco de muchachos, pero tienen lo que se necesita para hacerlo”, aseguraba Graham McDonald, uno de los presentes.
La esencia estuvo ahí ese 2 de marzo. Dolor, goles, espectáculo, golpes y electricidad. Ryan Moorhead, una de las figuras de esa edición, lo padeció: “Dejé la pelota una vez que estaba en el suelo y dos personas me aturdían al mismo tiempo. Se sintió como uno continuo, pero probablemente hubo 10 o 15 choques individuales”.
Nunca estuvo mejor aplicada la frase debut y despedida. Los números no fueron los esperados y encima diarios europeos y asiáticos se encargaron de desprestigiar la disciplina. Se burlaron del logo de Ultimate Taser Ball diciendo que parecía una parodia del de la NBA, comparaban el deporte con un sketch de Jackass, negaban un supuesto futuro del movimiento y distintos medios los tildaban de “genios” irónicamente.
Tras una aparición tan poco aceptada los inventores se fueron distanciando de su invento. A los pocos meses la página oficial ya se había dado de baja y el poco renombre que le quedaba desapareció. Por más que algunos aficionados se emocionaron sobre un posible regreso, al ver nuevos posteos en su perfil de Facebook en 2020, lo cierto es que desde Bangkok hasta hoy no se volvió a ver una pelota en juego con un taser de por medio.