Un ciclo sin fin de colonización, resistencia, venganza y represión
El domingo pasado de madrugada, los 23.400 habitantes del campo de refugiados de Jenin en Palestina dormían, cuando el medio kilómetro cuadrado en el que viven desde que sus abuelos fueron desplazados al crearse el Estado de Israel, fue rodeado por un millar de tropas de elite que penetraron al estrecho laberinto en el que fueron confinados desde 1948.
Entraron en 150 vehículos artillados con apoyo de metralla que llovía desde helicópteros, además de misiles de avión y drones seleccionando blancos. Las entradas a la ciudad fueron bloqueadas y decenas de tractores entraron a destruir caminos, casas, aplastar autos al azar y la infraestructura vital. Estuvieron 48 horas en Jenin deteniendo personas acusadas de “terroristas”, disparando desde las terrazas con francotiradores que aterrorizaban a toda la población y saqueando hogares que usaron de base para los ataques. El resultado: doce muertos incluyendo tres niños, 120 heridos –muchos en situación crítica– y 3000 desplazados.
La destrucción de casas
Tahayneh Nathmiyeh Mer’i es una pobladora de Jenin que contó a Al Jazzera que los israelíes la expulsaron de su casa y agujerearon las paredes para instalar francotiradores durante dos días. Ya durante la invasión a Jenin en 2002 –que dejó 52 palestinos muertos y la mitad de las casas dañadas– Mer’I había tenido que dejar la suya luego de que asesinaran a sus dos padres y a un sobrino. “Esta es la segunda vez que tenemos que abandonar el campo de refugiados y la tercera en que somos desplazados desde la Nakba”, que significa “catástrofe” en árabe y se refiere a la limpieza étnica realizada por la colonización sionista que desplazó a 750.000 palestinos musulmanes. “¿Qué más quieren de nosotros?”, reclamó la mujer. Y agregó que los militares fueron casa por casa arrestando militantes.
Esta táctica de agujerear casas y atravesar barrios, no por las estrechas calles, sino por dentro de las cuadras, fue creada en los años 90 por un general israelí que pretendió estar aplicando la teoría rizomática del filósofo Gilles Deleuze, proponiendo “caminar a través de las paredes” frente al enemigo oculto. Algunos palestinos armados resistieron este nuevo ataque generando una baja israelí.
Kamal Abu al-Rub, gobernador de Jenin, declaró que los israelíes dispararon indiscriminadamente, tanto contra milicianos como gente común en un “castigo colectivo” que incluyó el corte de agua, luz y comunicaciones en todo el campamento.
Un bastión de resistencia
El ensañamiento israelí con Jenin tiene que ver con que hay dos lugares que le resultaron indoblegables por el nivel de resistencia palestina: la Franja de Gaza y Jenin, este último un bastión rebelde desde hace décadas. El terror y la indignación por la masacre de 2002 produjo una nueva generación de palestinos que resisten la ocupación con las armas. Una nueva agrupación de luchadores se llama Brigadas de Jenin, que se suman a la Yihad Islámica, Fatah y Hamas. La expansión de los asentamientos de israelíes considerados ilegales por el derecho internacional, genera una permanente tensión con ataques de un lado y otro, ante la política colonizadora y de desplazamiento que sufren los palestinos, muchos de los cuales se radicalizan ante impotencia de la Autoridad Palestina que los representa, en frenar el avance judío.
Esta incursión de Israel fue en el contexto de cuatro ataques de individuos palestinos –dos de ellos salidos desde Jenin– que vienen ocurriendo desde el 22 de marzo y dejaron 14 israelíes muertos. El Estado judío le impuso sanciones económicas a Jenin y cortó todas las conexiones de caminos entre esa ciudad y el resto de Cisjordania ocupada. Y cerró todos los puntos de entrada a Israel, dejando a muchos trabajadores y comerciantes sin sus fuentes de ingresos.
El ciclo fue el de siempre: después de una incursión mortal israelí en Jenin, dos palestinos armados mataron a dos colonos ilegales de Israel en Cisjordania y a su vez, los atacantes también fueron muertos. En venganza, colonos judíos atacaron poblados árabes quemando casas y autos. De inmediato, Israel anunció la construcción de miles de casas en las colonias militarizadas, alimentando la frustración palestina que vive bajo un régimen de apartheid.
Consultado por Página/12, el periodista Ezequiel Koppel –autor del libro “La disputa por el control de Medio Oriente”– opina que lo que acaba de suceder es una crónica de una invasión anunciada: “El temor de Israel es que Jenin se le convierta en otra franja de Gaza donde no pueden entrar desde que el grupo radical Hamas tomó el poder, en parte por culpa de Israel y su política de intransigencia. Pero Jenin queda en Cisjordania donde la situación es distinta, porque hay establecidas colonias judías que avanzan permanentemente, generándose choques. En Jenin cayeron 23 soldados israelíes durante la invasión de 2002. Allí siempre han sido fuertes las organizaciones palestinas guerrilleras –o terroristas, según como se las quiera llamar– y viene habiendo un in crescendo en la resistencia en los últimos años, que no llega a los niveles de una Intifada. Y esto está ligado al debilitamiento de la OLP que gobierna en Cisjordania. Este retroceso en la popularidad de la OLP siempre va a ser a expensas del crecimiento de grupos islámicos radicales. Hoy esto le resulta funcional al gobierno de extrema derecha israelí, pero no sería extraño que en el futuro, Israel comience a extrañar a la OLP si aquella llega a perder el poder. En el establishment de la Seguridad israelí hay una idea de castigo colectivo. Por eso llevaron excavadoras para romper las calles. La idea es castigar a la gente y que vayan a presionar a los grupos islámicos para que no hagan atentados. Pero esto nunca sucedió, sino lo contrario: los fortalece. Por otra parte, estos nuevos grupos islámicos han cambiado la antigua estrategia de atacar indiscriminadamente a civiles; ahora se centran más bien en atacar colonos ilegales y militares”.
Repudio internacional
El Ministro de Exteriores de Turquía, Hakan Fidan, advirtió que el ataque de Israel podría “desencadenar un espiral de violencia”. El embajador para el Medio Oriente de las Naciones Unidas, Tor Wennesland, calificó a la invasión de “muy peligrosa” y reclamó protección para la población civil que está siendo atacada con “armamento militar avanzado”. La Casa Blanca, sin embargo, declaró que EE.UU. “apoya la seguridad de Israel y el derecho a defender a su gente contra Hamas, la Jihad Islámica y otros grupos palestinos”.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, condenó el uso excesivo de la fuerza contra civiles, a lo que el gobierno de Israel respondió con n pedido de retracción. El vocero del portugués respondió este sábado que “mantiene su punto de vista”.
Con este ataque, el presidente de Israel, Benjamín Netanyahu, logra por un lado desviar la atención de las masivas movilizaciones en su contra dentro del país en oposición a una reforma constitucional que una parte de la población considera autoritaria. Por el otro, el Ejecutivo puede congraciarse con sus ministros y votantes ortodoxos de ultraderecha –centenares de miles de los colonos pertenecen a este grupo–, la base de electoral de su gobierno.
Abdel Razek, directora del Instituto Palestino para la Diplomacia Pública, declaró a la prensa que el ataque israelí busca “segregar partes de Palestina para que le sea más fácil a la fuerzas de ocupación aislar y confinar a Jenin en una suerte de gueto, a la manera en que se hizo con Gaza. Sus objetivos son la destrucción de la resistencia y de la infraestructura”. Pero los grupos armados no solo sobreviven a cada incursión, sino que fácilmente terminan reclutando nuevos militantes resultado de la misma. Es decir que el objetivo de fondo de los militares israelíes, está lejos de ser alcanzado: tarde o temprano regresarán.