Homenajea a víctima histórica del racismo
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una proclamación para erigir tres monumentos nacionales en honor a Emmett Till, el joven negro secuestrado, torturado y linchado en Misisipi en 1955, un crimen que avivó el movimiento por los derechos civiles entre los años 50 y 60.
El homenaje a Till y su madre
Biden firmó la iniciativa en una sala de la Casa Blanca rodeado de importantes miembros de la comunidad afroamericana, incluidos legisladores, líderes de los derechos civiles como el reverendo Wheeler Parker Jr. y miembros de la familia de Till. “El odio nunca desaparece, se esconde debajo de las piedras y cuando se le da un poco de oxígeno, sale hacia afuera rugiendo. Depende de nosotros hacer frente a eso y detenerlo”, expresó el mandatario. “La mejor manera de parar el odio es con la verdad. Guardar silencio es ser cómplice. Yo no guardaré silencio y ustedes tampoco. Mi administración está comprometida con liderar el camino hacia adelante”, aseguró.
Los monumentos a Till y su madre estarán en tres lugares distintos. Uno de ellos, en la Iglesia de Dios en Cristo Roberts Temple en Bronzeville, un vecindario históricamente negro en el lado sur de Chicago. El segundo, en la localidad de Graball Landing donde fue recuperado el cadáver del joven tras ser arrojado a un río. El tercer monumento se erigirá cerca de un tribunal del condado de Tallahatchie, donde los asesinos de Till fueron juzgados y absueltos de sus crímenes por un jurado popular, compuesto exclusivamente por ciudadanos blancos.
Quién fue Emmett Till
En el verano de 1955, Emmett Till viajó a Marey para visitar a sus tíos, Mose y Elisabeth Wright. Un día Emmett y sus primos fueron a hacer compras en un negocio perteneciente al matrimonio compuesto por Ray y Carolyn Bryant. El joven le habría silbado y hecho insinuaciones sexuales a Carolyn, quien luego le comentó la situación a su esposo.
Enojado, Ray y su hermano J.W. Milam buscaron a Emmett y lo secuestraron. El adolescente de Chicago apareció sin vida en el río Tallahatchie, cuyo cuerpo fue arrojado allí después de que le dispararon: lo encontraron con un alambre alrededor del cuello que lo ataba a una máquina de algodón para que se mantuviera hundido y con signos de haber sido torturado.
El ataúd con el cuerpo del joven fue enviado a Chicago para ser despedido. Sin embargo, su madre, Mamie Till, decidió abrir el féretro para dar cuenta de la violencia racial contra los ciudadanos negros, marcada en el cuerpo de su hijo. Miles de ciudadanos se acercaron al funeral y vieron la cruel muerte que había sufrido el adolescente. Meses después de ser absueltos por un jurado integrado por personas blancas, los asesinos confesaron haber matado al joven en una entrevista con la revista Look.
En 2018, el caso se reabrió a raíz de la publicación del libro La sangre de Emmett Till escrito por el historiador Timothy Tyson en el que Carolyn Bryant, aun viva, se retractaba de las acusaciones que había hecho décadas antes contra Emmett Till: decía que él nunca la había acosado. No obstante, cuando el Departamento de Justicia de Estados Unidos la interrogó, Carolyn negó sus dichos en el libro y volvió a contar la primera versión. A finales de 2021 el caso se cerró definitivamente a falta de pruebas.
El activismo antirracista
El asesinato del joven Emmett visibilizó a nivel nacional la cuestión racial. Coincidió con la época en la que empezaron a emerger los movimientos de lucha por la igualdad racial en Estados Unidos con figuras como Martin Luther King Jr. y Malcolm X. En distintos lugares del mundo esos colectivos crecieron y profundizaron sus reclamos, muchos vigentes en la actualidad.
En diálogo con PáginaI12, Sol Aylen Duarte, activista afroargentina antirracista de DIAFAR (Diáspora Africana de la Argentina) explicó que el caso de Emmett Till “sirve como reflexión para afirmar que la lucha antirracista es vital”. “Solo desde la visión antirracista es que podemos comprender que este caso pertenece a uno de los tantos que históricamente y hasta hoy se siguen practicando en los mismos cuerpos, en los cuerpos de nuestros varones negros”, señaló.
“Como bien explica Angela Davis: ‘la acusación fraudulenta de violación emerge como uno de los artificios más formidables inventados por el racismo. El mito del violador negro fue evocado de manera metódica cada vez que se necesitó justificar de manera convincente las oleadas recurrentes de terror y violencia que sacudieron a la comunidad negra'”, remarcó la joven activista. Y aclaró: “Con esto quiero decir que, por ejemplo, cuando en el boliche los patovicas están vigilando solo a los jóvenes negros, cuando las mujeres blancas se cruzan de vereda solo cuando ven a un varón negro, o cuando la policía en la calle detiene exclusivamente a los conductores negros, es una confirmación del mito del violador negro”.
Duarte explicó que el racismo también “opera y oprime a los cuerpos de los varones negros en las cárceles por el perfilamiento racial, y que hay permanentemente casos de gatillo fácil a manos de la policía, como en el caso de Lucas González“. Y destacó la importancia de la perspectiva de los feminismos negros para “no creer que las agresiones que reciben las mujeres y disidencias son algo aislado, propio de opresiones solamente de género, sino que es necesaria la intersección con la raza”. La militante afirmó que “el camino es el antirracismo, cuestionarnos cuáles varones son siempre víctimas de la policía y cuáles mujeres son mayoritariamente víctimas de abusos sexuales y violaciones”, remarcó sobre el trato discriminatorio a los negros.
Informe: Axel Schwarzfeld